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Retomando un tema importante: la In-Seguridad

Hacía tiempo que no escribía sobre el tema de la seguridad, quizás porque me enfrasqué en el tema político olvidándome que mas allá de mí proceso de transición, el país sigue avanzando y sorteando grandes obstáculos en el camino.

Es la primera vez que abordaré el tema de la seguridad desde este lado de la acera y la verdad sé que muchos esperan que mi perspectiva haya cambiado radicalmente, de pronto esperan leer que el problema está superado y que visto desde acá la inseguridad no es un miedo latente.  Pues aquí es donde muchos se sentirán defraudados por no ser complacidos, mientras a mi me asalta un poco la decepción de tener que reconocer que lamentablemente  no es mucho lo que hemos avanzado.

Mis advertencias son las mismas de siempre, nuestro problema más allá de la inseguridad sigue siendo la violencia, una violencia exacerbada que va más allá del delincuente y que se ha enquistado hasta en el último rincón de nuestra sociedad, arraigada de tal forma que hasta se ha vuelto cotidiana e incluso inadvertida.

Para variar, luego de 15 años muchos siguen convencidos de que el problema de la inseguridad es un problema exclusivo del gobierno bolivariano, algunos testarudos insisten en que se trata de un problema sin raíz, solo producto de un gobierno que ha implementado medidas erróneas, que es producto de un discurso violento y permisivo, que es propio de un modelo comunista, y que con un cambio de presidente todo se resolverá y bla, bla, bla…quizás estas acusaciones tendrían sentido si se hicieran de forma honesta y responsable, si se asumiera con seriedad que el tema de la inseguridad es solo una bomba de tiempo que heredó este gobierno, que no supo desactivar en su momento y que desafortunadamente le explotó en sus manos, así como pudo explotarle a Salas Romer de haber ganado en el 98 o a Rosales de haber ganado en el 2006 o al propio Capriles de ser el actual Presidente.  Esa, es una realidad que ninguno asume porque sería defraudar a sus seguidores que ingenuamente están convencidos de que sus líderes tienen una especie de varita mágica con la que resolverán todos los problemas del país, en especial el de la inseguridad.

Ahora bien, una de las cosas que más se cuestiona acá es la voluntad del gobierno para abordar el problema, pues contrario a lo que muchos creen, mas de 20 planes de seguridad son una muestra de voluntad inequívoca de abordar el problema, por lo que el punto recae es en evaluar si estos han sido acertados, efectivos o efectistas, la respuesta varia de un plan a otro.  Lo dije y lo reitero, durante casi el primer decenio reinó la improvisación, propia de un Gobierno que asumió el reto de transformar las estructuras de un estado colapsadas y que en medio de la lucha política por conservar el poder no tomó las medidas acertadas, solo corrió la arruga, mientras un sector del país de manera hipócrita e incoherente por demás, esperaba de un gobierno militarista el fortalecimiento de la política represiva de reacción ante el delito que había reinado durante décadas, al tiempo que lo acusaba de represivo y violatorio de sus derechos.

Afortunadamente como siempre dije, solo con la llegada de El Aissami, el Gobierno pudo realmente definir y orientar su política de seguridad, solo entonces se materializó una política profundamente humanista coherente con los principios supremos que pregona el socialismo pero que desafortunadamente se hizo insuficiente en un escenario politizado y ahogado en unos niveles de violencia que superan cualquier pronóstico. Imponer como prioridad la defensa y respeto de los derechos humanos de quien delinque en una sociedad donde la delincuencia ha alcanzado niveles notables de deshumanización y desvalorización de la vida es realmente osado porque al final quienes pagan los platos rotos en esta cruzada son los ciudadanos comunes, esos que se topan con una delincuencia desalmada sin que medie color político, sexo o religión, ante una realidad como esa, una política netamente humanista no resulta lo suficientemente “efectista” para detener la inseguridad y mantener a raya la sensación de inseguridad reinante y que viene a sumarse drásticamente a los índices de homicidios, ello sin contar, que se hace vulnerable ante sectores interesados en mantener vivo un escenario violento.

Lograr la efectividad de una política netamente humanista exigia contar con un sistema policial  transformado realmente, un poder judicial depurado y un sistema penal que cumpliera a cabalidad su rol resocializador, pero nuestra realidad era otra, pues todos estos elementos apenas iniciaban su largo proceso de transformación por lo que poco podían contribuir a hacer efectiva la política humanista.

Entretanto, mientras unos utilizan las cifras de homicidios solo con fines políticos, vemos sectores que ante esta situación se aprovechan para exigir del Gobierno una respuesta autoritaria, que el gobierno se retrotraiga a aquella política reactiva-represiva que se consolidó durante décadas y que sin duda contribuyó en gran medida a la situación que hoy enfrentamos.  Política que le brindaba seguridad a un sector mientras se aniquilaba aquello que amenazaba su tranquilidad, pero que no hacía nada para evitar que esa amenaza se mantuviera latente. Hay quienes se suman a esas voces que pregonan acciones efectistas pero que lejos de abordar la causa estructural del problema solo proponen reaccionar ante él usando la violencia como único medio.

La Mision A Toda Vida Venezuela, ha sido una de las políticas de seguridad más acertadas que se han desarrollado en nuestro país, para los radicales que deben estar mentándome la madre, los invitaría a leer la propuesta de seguridad de Capriles en el 2012, no es más que una burda y vulgar copia de la Misión, claro, totalmente inejecutable bajo el modelo neoliberal que sustentaba su propuesta. Pues bien esta Misión logra engranar entre sus vértices una visión integral de la situación que permite su abordaje global y efectivo, pero a largo plazo, tan largo que las cifras de homicidios no tendrán variación considerable por un par de años más hasta finalmente materializar sus resultados.  

Así, en mi opinión, lo que se impone entonces es fortalecer la política de prevención con acciones de efecto inmediato, mientras se abordan en paralelo las causas estructurales.  Se deben crear condiciones más seguras para los ciudadanos, se impone la necesidad de quitarle al delincuente los espacios que han tomado para cometer sus delitos, se impone la necesidad de dotar a la policía de los implementos necesarios para resguardar su vida y la de los ciudadanos, pero también se impone la necesidad de entender que la seguridad no es un problema exclusivo del gobierno nacional, que hoy más que nunca gobernadores y alcaldes deben unirse en una sola política nacional, unir esfuerzos, unificar criterios y articularse de manera efectiva para ejecutar esta política. 

Hoy más que nunca la corresponsabilidad de todos los sectores, de todos los poderes, de los tres niveles de gobierno, de la sociedad toda, debe tomar fuerza en función de abordar un problema que nos afecta a todos y del que todos somos parte.  El tema de la inseguridad requiere de una discusión profunda y honesta que nos convoque y nos comprometa a todos, que trascienda a las diferencias políticas y a la manipulación mediática y que permita erradicar por si sola a quienes llaman a la paz utilizando la violencia.